Grand Canyon es el primero de los parques que visitamos en Arizona. Horas de coche después de nuestro inolvidable Mighty Five (o, lo que es lo mismo, nuestras excursiones por los cinco parques nacionales de Utah), nos trasladaron a uno de los parques nacionales más famosos del mundo. Al llegar al parque, nos paramos en mitad de la carretera, junto con el resto de coches que iban y venían, observando a un alce que comía tranquilamente sin importarle demasiado a la multitud de curiosos a los que había congregado. Si, ésta es una de las máximas de los parques naturales, los animales salvajes no tienen miedo de los humanos. Los humanos les sacan millares de fotos, los observan, se acercan lo más que su miedo les permite, incluso algunos adultos o niños les dan un poco de comida aunque está totalmente prohibido... pero nadie lastima a los animales. Nadie. Fenomenal. Después de la visión del alce, sin que nadie pitara por adelantar a los coches que nos habíamos congregado allí, continuamos hasta el parking para empezar la jornada del día. Paramos y cogimos el primer autobús que venía en dirección al recorrido de los parques. En la primera parada, bajamos, los niños y yo a regañadientes, y descubrimos un espectáculo espectacular. Capas de terreno con diferentes porosidades y de diferentes colores, confieren a la naturaleza una singularidad excepcional difícil de asimilar. Visiones que parecen de mundos paralelos y que exhiben sin pudor una naturaleza muerta que despierta tus sentidos, sírvase la paradoja. El calor sofocante que mantenemos a raya mediante unas bolsas que mi marido rellena cada mañana con tesón no disminuye un ápice de serenidad y de esplendor del Grand Canyon. Y de este modo, a veces caminando entre espectáculo y espectáculo de la nautraleza, a veces tomando el autobús, vamos contemplando otra maravilla sin parangón.
Dato útil:
Buena comida al estilo Texas, pero en Arizona, tomen nota: Big John's Texas Barbeque. Impresionante. De una estación de gasolina, surgió un restaurante donde sirven carne ahumada sencillamente sabrosísima. De visita obligada por su originalidad, su rapidez, su buen ambiente y su comida simple y riquísima. Su lema, impreso en todas las camisetas de unos camareros muy eficientes: "If you smoke it, they will come." Pues si, acabamos un día lleno de visiones espectaculares a través de gustos extraordinarios.
Dato curioso:
Los rangers, que yo me atrevería a definir como cuidadores de la naturaleza y que nos encontramos en todos los parques naturales, son simpáticos y dispuestos a aconsejarte del mejor modo posible. Si tienes hijos, un buen ejercicio para ellos es que sean Ranger junior. ¿Cómo conseguirlo? Pues en los centros de visitantes hay unos libros de actividades que puedes pedir a los Rangers. Durante tu visita al parque en cuestión, los niños rellenan unas cuantas de las actividades que se piden y deben devolverlo a uno de los Rangers. Si éste ve correcto lo que hay escrito, los niños, con la mano levantada, formulan el juramento de los rangers de cuidar y proteger a la naturaleza. Les dan un pin y tan contentos y orgullosos. Muy didáctica, ético y divertido.
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