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Experiencias en la costa oeste: 6. Monument Valley

Monument Valley, Patrimonio indio. Tierra árida y agreste, donde la mayoría de humanos nos veríamos con serias dificultades para la supervivencia, donde la enormidad del paisaje nos convierte en pequeños, muy pequeños, donde escasea el color verde y los colores marrones campan por doquier, mostrando una naturaleza muerta que parece que te invite a pasear con tranquilidad, a disfrutar de largos momentos, a pensar y a interiorizar, para finalmente descubrir quienes somos y de donde venimos.
Tierra de primeros habitantes a los que los buenísimos colonos destrozaron, tierra de películas donde los indios eran los malos y los vaqueros los buenos en la época de John Wayne, para acabar intercambiando papeles en la época de Bailando con lobos.
Tierra seca, amplia, ancha, desgastada, a merced de las inclemencias del tiempo y de sus embistes. Tierra de promesas cumplidas e incumplidas, tierra de susurros y de gritos al viento, tierra de desolación y de inmensa belleza.
Así es Monument Valley, así me inspiró su brutal naturaleza, sus contrastes enérgicos entre el cielo y la tierra, sus temperaturas exageradas y sus vistas hacia el infinito.
Llegamos al parque natural a través de una carretera sin fin, que se perdía en el horizonte. Vimos unos montículos sorprendentemente bellos que todos los turistas intentamos captar mediante cualquier aparatejo electrónico disponible en nuestras manos.
Y contemplamos, azorados, un paisaje que se extendía sin saber dónde se acababa, donde sus grietas alojaban secretos inconfesables y sus piedras susurros del más allá.
Tierra de indios y para los indios. Por fin. Por justicia, porque el mundo se lo debía. Tierra de ellos que nos acoge para contemplar, para observar y degustar, para engrandecer el orgullo de una nación que, pobre en recursos, vive sin pedir al vecino, vive con la cabeza alta y arrimando el hombro.
Monument Valley. Maravilloso despertar de la conjugación de la naturaleza con el hombre natural.

Dato útil:
un alto en el camino obligado es Gouldings lodge en Monument Valley. Degustar un plato indio típico mientras observas el paisaje no tiene parangón.

Dato curioso:
visualizamos al natural muchos de los paisajes que colmaban nuestra infantez de imágenes en blanco y negro, de aquellos vaqueros buenos persiguiendo a indios malos. Impresionante describir las sensaciones mediante simples palabras.



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