Ir al contenido principal

Experiencias en la Costa oeste: 3. Bryce

El día anterior a descubrir Bryce, el segundo de los Mighty five, el segundo de Utah, caminamos varias horas por la ruta de los Narrows en Zion. Nos cansamos y llegamos tarde al hotel, comimos poca cosa y nos dormimos enseguida. A la mañana siguiente, nos levantamos a las seis para empezar la ruta por nuestro segundo parque nacional. Yo estaba cansada, mis niveles deportivos habían subido ligeramente desde Zion, pero no quería otra larga caminata por otra larga ruta. Ensimismada en mis pensamientos, llegamos al parking de Bryce y nos dirigimos a un punto muy cerca para contemplarlo.  Yo no tenía demasiadas expectativas sobre Bryce, era un parque desconocido y no muy popular (por lo menos a lo que a mi se refiere), pero me acerqué a contemplarlo por primera vez. Al verlo, me quedé muda. Mis ojos se abrieron de forma desorbitada y mi boquita de alelí consiguió proferir un "¡Oh!" descomunal, que escuché largamente para mis adentros.
Mi parque nacional de la costa oeste favorito. 
Espectacular. Espléndido. De otro mundo. No tengo suficientes adjetivos para describir la belleza que entró por mis ojos ese día. Nunca había visto un paisaje tan diferente, parecía de otro mundo. Si me hubiesen dicho que estábamos en otro planeta lo hubiera creído a ciegas.

El movimiento de la orografía había conseguido, durante miles de años, lentamente pero sin descanso, producir unas montañas de piedra que nombraron Hoodoos y que no puedo describir. Los colores y las formas dan una sensación de castillo de arena que un niño puede construir en una playa de arenas suaves, donde los montículos se van formando a capricho de alguien puro y sin malicia, para realizar una obra de belleza inigualable. Eso es lo que yo sentí al primer vistazo de Bryce Canyon.
Enseguida empecé a bajar por sus pasos estrechos, para regocijarme caminando entre la belleza que la naturaleza es capaz de crear por sí misma, tocando débilmente las piedras que lo conforman, para saberlas blandas pero fuertes a la vez. El tumulto de gente no me molestó tanto como en otras ocasiones, puesto que yo vivía en mi mundo de descubrimiento de naturaleza en todo su esplendor, en forma de montículos dispuestos al capricho de los dioses viento y movimientos de tierra. 
Los colores iban del rojo al amarillo, pasando por todas sus variantes. 
Disfruté como una cosaca y me cansé mucho menos de lo previsto.

A la mañana siguiente, fuimos a observar la salida del sol en Bryce. Había también muchos turistas como nosotros, con sus cámaras y sus trípodes, intentando captar la belleza del acto de bienvenida de la mañana. Todos estábamos en silencio, no queríamos que el astro sol se distrajera de su rumbo y empezase a lanzar rayos por doquier no uniformes. El ojo humano gozó de una visión única, en un paraje extraordinario. El ojo fotográfico no consiguió captar toda la belleza, pero las fotos aún así son bastante resultonas.
Dato útil:
los hoteles cerca de Bryce son muy caros, al ser muy pocos. Tienen supermercados con comida mala que vale el triple de lo que pagarías por ella en Target. Vale la pena proveer antes de llegar a este espléndido parque nacional.
Dato curioso:
Ya no es París, ni Roma, ni Nueva York. Es Tokyo. Las europeas, las americanas, las africanas y las oceánicas íbamos vestidas para ir a la montaña, oséase, con gorro, camiseta, pantalones cortos, calcetines gruesos y botas de caminar. Todas más o menos de esta guisa. Pero las japonesas, esto ya era otro cantar. Iban muchas divinas de la muerte (y arriesgaban su vida para la foto que las podría encumbrar en las redes sociales). Dos de ellas captaron mi atención. La primera iba con un vestido blanco y cuello brodado de perlas, bolso de mano a conjunto y unas crocs para caminar cómodamente por la montaña. Aunque las crocs eran rosas no acababan de encajar con un vestuario totalmente urbano. Otra japonesa captó mi atención empezando por abajo. En un montículo que acababa en precipicio, veo a una mujer con tacones altísimos y un vestido de transparencias de color verde, indicando algo en lo que yo suponía era japonés a unos chicos que le tiraban fotos. Mi primera intención era apartarla de dónde estaba, puesto que un poco de viento fuerte o alguien despistado de los centenares que circulaban por allí, podían generar un fatal desenlace, pero me abstuve aunque no por ganas. Divinas de la muerte, desafiando a la muerte por una foto en Instagram.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De como el ratoncito conoció al elfo

"¡Mira, mamá!" me dice mi pequeño orgulloso, mostrándome una pequeña caja de plástico azul en forma de baúl. "¡El diente que se me movía se me ha caído durante la comida en el cole!". Pues veremos lo que te trae esta noche el Ratoncito Pérez. En casa, aunque en Massachusetts, intentamos mantener las tradiciones con las que hemos crecido mi marido y yo. En el caso de los dientes, a nuestros pequeños no los visita el hada de los dientes americana, la famosa Fairy Tooth . En nuestra casa aparece el Ratoncito Pérez, para traer algún pequeño regalito como intercambio del diente que descansa quietecito debajo de la almohada. Pero hoy mi pequeño me pide que yo misma hable con el Ratoncito Pérez y le pida un regalo inusual. "Mamá, yo quiero que el Ratoncito Pérez me traiga de regalo al Elf on the shelf ". ¿Cómo?¿Y ese quién es? Reconozco que lo he visto multitud de veces en multitud de tiendas por las que paseo para encontrar regalos innecesarios para gen

Positivizando

He decidido publicar un listado de cosas que me gustan de Massachusetts.  Me encantaría saber si alguien comparte alguno de los puntos que ahora mismito menciono, dondequiera que sea el trocito de mundo donde vive. Y se me ha ocurrido lanzar la campaña "POSITIVÍZATE", para que todos contemos aspectos negativos de donde vivimos, pero en plan positivo. Seguro que encontramos muchas situaciones que en principio no son chulas, pero a las que conseguimos darle la vuelta y disfrutarlas. ¡Atrévete! Aquí van las mías: - En países calurosos, poco después de hacer la compra y ponerla en la parte de atrás del coche, debes correr para que los alimentos congelados (entiéndase pizzas, guisantes y helados) no se descongelen. Aquí en Massachusetts, con el frío que tenemos, después de la compra podría ir a dar una vuelta, recoger a los niños, irme al trabajo, pararme en un Starbucks y, al llegar a casa, la comida congelada continuaría estando congelada . Creo que esto es una p

Concepto playa en primavera

Debo reconocer que las playas que conocía hasta la fecha y las playas de Massachusetts son radicalmente diferentes. En todo. Bueno, vamos a comprobarlo: Vamos a por las similitudes: la única similitud que he podido encontrar es en lo básico, es decir que en ambos sitios hay agua salada (supongo) y arena. Nada más. Vamos a por las diferencias: Concepto playa en primavera anterior a Massachusetts: Llegas a la playa, te descalzas y caminas por la playa, tranquilamente, hasta que llega el momento de gritar como una posesa para impedir que tus niños se metan derechitos al agua, que en primavera aún está fría. El sol te pica la cara y unas gafas de sol nunca vienen mal. Después del paseo, encuentras un chiringuito con vistas a la playa y te sientas junto a tu media naranja y padre de tus hijos, mientras disfrutáis de una cervecita muy fría, unas aceitunas y una patatitas. Escuchas el ruido de las olas al chocar contra la playa, sientes a tu marido cerca y observas como est