Si, las esperadas vacaciones de verano han llegado por fin. Los niños, sin horario a la vista, juegan a su libre albedrío, contentos de no tener deberes ni horarios estrictos. Estos dos meses de vacaciones que los pequeñuelos esperan con deleite son temidos a partes iguales por los padres. Los padres, esos seres que deben hacer malabarismos para compaginar el trabajo con cuidar a los niños.
En mi caso particular de expatriación, el plan A), el plan B) y el plan C) para mis niños soy yo. Con lo cual, debo cuidar de ellos tantas horas como sea posible. Y me alegro y me desquicio a partes iguales. Me alegro porque los quiero, son simpáticos, divertidos, me cuentan infinidad de cosas que han leído o visto en Youtube, me abrazan, me dicen que me quieren...me desquicio porque la casa es un desorden contínuo, no obedecen si no es bajo amenaza de no usar la tablet, se pelean, discuten...
Con esas, uno de los mayores placeres de estos dos meses con hijos a todas horas es el placer de conducir. Conducir ya no me gusta aunque vaya sola en el coche. No tengo sentido de la orientación, me pierdo incluso usando el GPS, las columnas rascan mi coche contínuamente, y siempre escucho un ruido raro en el coche que me da muy mala espina.
Con hijos en los asientos traseros, mi sentido de la orientación, que me pierda, que las columnas rasquen mi coche o los ruidos raros pasan a un segundo plano. Y he descubierto hace poco el porqué. Cuando voy en coche con mis hijos, éstos me hacen un regalo inmenso: ponen al límite todas mis capacidades:
1. Capacidad auditiva:
al empezar a pelearse (al cabo de cinco segundos de subir al coche), los dos me dicen al unísono lo que el otro ha hecho mal, mamá, me ha pegado; no, él empezó puesto que no me deja el libro; no, él empezó puesto que yo estaba leyendo; no...
Yo cojo aire, pongo la radio a todo volumen y descubro que mi capacidad auditiva mejora ostensiblemente puesto que llega un punto en que ya no los oigo.
2. Capacidad verbal:
después de usar mi capacidad auditiva para no escucharlos, las peleas llegan a que el coche zozobre y vaya de un lado a otro mientras conduzco. Aquí paro la radio y empiezo a hablar con ellos, primero pausadamente, luego mi tono de voz y mi rapidez verbal van aumentando paulatinamente hasta convertirse en un grito que provoca el más absoluto silencio en los asientos traseros... y que dura tres segundos.
3. Capacidad mediadora:
después de usar mis dos capacidades anteriores, llega la fase de "me he pasado" e intento explicarles el porqué deben portarse bien, el porqué tener un hermano es fantástico y porqué es muy bonito que jueguen entre los dos, que pelear no merece la pena. Ellos continúan en silencio, pero sé casi con total certeza que no es porque están arrepentidos, sinó porqué están usando su capacidad mental muy lejos de donde yo estoy con ellos en ese momento.
4. Capacidad tranquilizante:
al aparcar el coche en casa, pido que me saquen todos los trastos que tienen en sus asientos (lápices, papeles, envoltorios, galletas, trozos de galletas...) mientras ellos desaparecen volando hacia la casa y yo me quedo observando la parte de atrás de mi coche. Deseo llorar, pero no tengo ni ánimos para esto, con lo cual, la mayoría de veces lo que hago es cerrar la puerta del coche deseando que una hada madrina venga y saque toda la porquería que hay dispuesta por doquier. Tomo aire profundamente y sigo a mis peques para prepararles algún tipo de comida.
Si, benditas vacaciones de verano.
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